Código de barras
EL NACIMIENTO DEL CODIGO DE BARRAS
A raíz del nacimiento y constante crecimiento de las cadenas de autoservicio en el mercado norteamericano, surgió la necesidad de tener un mejor control tanto sobre la venta de los productos como también sobre el inventario con el cual se contaba, especialmente antes y después de ciertos periodos de venta.
Esto, sumado a la inclusión de diversos productos de diferentes medidas, pesos y formas a la oferta de los autoservicios, fue imposibilitando cada vez más el llevar un control adecuado de la mercancía que se manejaba a diario en los mismos.
Fue entonces que en 1948, un estudiante del Instituto de Tecnología de Drexel, Filadelfia; escuchara una conversación en la cual el presidente de una cadena de alimentos solicitaba a uno de los decanos del Instituto la tarea de investigar y desarrollar alguna solución para la captura automática de la información sobre sus productos vendidos al momento de hacer el cobro de la mercancía en las cajas.
Bob Silver, quien había escuchado la conversación, comentó sobre la necesidad a su amigo Norman Joseph Woodland, quien quedó fascinado con el reto y de inmediato comenzó a desarrollar una serie de conceptos e ideas en torno a ello.
Una de las primeras ideas fue el utilizar tinta ultravioleta, sin embargo, al construir el prototipo para llevar a cabo dicha tarea se dieron cuenta de que tan solo la construcción del mismo era demasiado cara además de que la inestabilidad que presentaban los patrones de impresión con la tinta ultravioleta era un gran problema.
No obstante, Woodland estaba convencido de que su idea era factible así que decidió explorar otras alternativas.
Meses después, Woodland desarrolló lo que vendría a convertirse posteriormente en el codigo de barras que conocemos el día de hoy, simplemente con un formato diferente y utilizando elementos de dos tecnologías establecidas previamente las cuales eran “cintas de audio” y “código Morse”.
La primera tecnología que utilizó para su desarrollo fue el patrón del código Morse pero con una estructura un tanto diferente, en lugar de puntos utilizó líneas estrechas y anchas en un formato legible muy similar al código Morse.
Para leer la información, Woodland utilizó el sistema de audio de Lee De Forest el cual consistía en la impresión de patrones con diversos grados de transparencia al filo de la cinta, posteriormente se aplicaba un haz de luz a través de ella mientras la cinta corría.
Un tubo sensible a la luz que se encontraba al otro lado de la cinta transformaba estos cambios de transparencia en ondas eléctricas las cuales a su vez se transformaban en sonido a través de bocinas amplificadoras.
Woodland decidió adaptar este sistema reflejando luz en su patrón de líneas delgadas y gruesas además de utilizar un tubo similar para interpretar los resultados. Woodland llevó la idea a Drexel y juntos desarrollaron la patente de la aplicación aunque tiempo después decidirían cambiar las líneas por círculos concéntricos mejor conocidos como el código “bullseye”.
Algunos años más tarde, Woodland comenzó a trabajar para IBM en dónde fortaleció sus desarrollos creando el primer dispositivo lector de codigo de barras, el cual conjugaba dos piezas clave: un bulbo incandescente de 500 watts como fuente de luz y un tubo foto-multiplicador como dispositivo de lectura, sin embargo la idea de implementar la solución con los costos de desarrollo que implicaba y las limitadas prestaciones de las computadoras de aquella época le hicieron pensar que automatizar las líneas de cobro era una mera fantasía.
Fue años más tarde, alrededor de 1960, cuando Computer Identics Corporation, haciendo uso de la tecnología láser, mejorara el diseño de Woodland haciendo uso de componentes más compactos y reemplazando la bombilla de 500 watts.
En la primavera de 1969, Computer Identics Corporation instaló sus dos primeros sistemas (probablemente los dos primeros sistemas reales de codigo de barras). Uno de ellos fue instalado en la planta de General Motors en Pontiac, Michigan, el cual fue utilizado para monitorear la distribución y producción de las unidades de eje para automóviles.
Sin embargo, fue hasta 1974 cuando la tecnología permitió llevar a cabo la primera implementación exitosa en una cadena de suministro. El supermercado Marsh basado en Troy, Ohio, llevó a cabo la primera transacción a través de un sistema de captura de codigos de barras al vender un paquete de goma de mascar.
Décadas de investigación y billones de dólares en desarrollos por fin se hacían realidad. La adopción de los lectores de este tipo fue lenta al principio. En 1978 menos del 1% de las tiendas de conveniencia en los Estados Unidos contaban con lectores, a mediados de 1981 el uso de los dispositivos creció a 10%, tres años después ya representaba el 33% y al día de hoy más del 60% de los negocios están equipados con esta tecnología.
Dados los beneficios y versatilidad que representa el uso de estos códigos, muchas industrias los han adoptado para mejorar sus procesos. Actualmente los podemos observar en partes de automóviles, documentos, empaques de cartón, identificaciones de corredores de maratón, almacenes de distribución de diversos productos e incluso en los hospitales los pacientes utilizan brazaletes de identificación en los que se imprimen simbologías de una o dos dimensiones.
Woodland nunca se volvió millonario con la invención y adopción del codigo de barras, sin embargo, en 1992 fue galardonado con la Medalla de Tecnología por parte del Presidente de Estados Unidos, George Bush. Sin lugar a dudas, esta tecnología ha cambiado nuestro mundo positivamente haciéndolo más productivo y eficiente.