Cada vez es más común encontrarse con lectores o “scanners de código de barras” en nuestra vida cotidiana. Son prácticamente omnipresentes cuando hablamos de comercios, y en especial de autoservicios, como los supermercados; y es que lo que pasa es que los lectores de código de barras son una importante herramienta que eleva de manera dramática la productividad en el punto de venta y en prácticamente cualquier otra aplicación que requiera una lectura veloz y precisa de datos.
Si cuentas con suficiente edad, recordarás las interminables filas en los supermercados de los 80’s causadas por la difícil tarea de capturar cada precio de cada uno de los artículos que llevaba cada cliente. Y entonces seguramente recordarás el primer día en que el “súper” que visitabas empezó a utilizar la identificación automática en una de sus aplicaciones más básicas: la lectura de códigos de barras.
Indudablemente, la popularización de los scanners marcó un hito en la historia del mundo, permitiendo reducir drásticamente la longitud de las líneas en los checkouts de los comercios y por ende el tiempo de espera de cada cliente en ellas. Esto sin mencionar los millones de pesos ahorrados en pérdidas causadas por que las cajeras marcaban mal un precio en sus cajas registradoras, ya fuera sin intención o con ella, buscando aprovecharse de un punto del comercio difícil de supervisar todo el tiempo.
Pero eso no es todo. Los lectores de códigos de barras de hoy en día van mucho más allá de la lectura de los códigos EAN o UPC en los productos, pues se emplean en todo tipo de industrias.
Los scanners de código de barras ya no son esos caros equipos que sólo las grandes cadenas comerciales podían costear. Hoy existen opciones muy accesibles en el mercado. Incluso es posible encontrar varios modelos que el usuario puede adquirir por menos de US$90 de su distribuidor de confianza.
Esto, aunado a los precios descendentes en el equipo de cómputo, ha llevado a los lectores de código de barras a tiendas de conveniencia e incluso a pequeñas boutiques y “tienditas de la esquina”. ¿Y qué gana la tiendita con usar código de barras? Además de agilizar el cobro de las mercancías, puede implementar controles tan sencillos y efectivos como el ya clásico “si no recibe su ticket, repórtelo y su compra será gratis”.
La automatización en las tiendas trae consigo la implementación de controles más estrictos que permiten evitar pérdidas en las ventas y hasta realizar inventarios de manera veloz y sencilla.
¡Y el imprimir un ticket tampoco es caro ni complicado ya, si esa es la excusa para no automatizar una tiendita! Hoy en día encontramos una gran oferta de impresoras de punto de venta accesibles para cualquier negocio. Y otro beneficio del uso de la tecnología es que la imagen de la tienda será mucho más profesional y generará más confianza en sus clientes.
¿Qué pasa cuando la información que debe contener un producto va más allá de una veintena de caracteres? Un simple código lineal (también llamado 1D o unidimensional) no es suficiente, y otra vez debe regresar el operario a la operación manual y a la posibilidad de errores humanos… ¿o no? Afortunadamente, existen scanners de código de barras bidimensional (o 2D).
Un solo código 2D permite almacenar de manera segura hasta 2,335 caracteres, ya sean números o letras, que pueden ser un número de parte muy largo, una dirección de internet o cualquier otro texto que se desee. Seguramente ya los has visto también en tu vida diaria. La simbología “Datamatrix” es muy utilizada en la industria por su gran capacidad de almacenamiento y corrección de errores. Incluso se utiliza para el marcado directo de partes (“DPM” por sus siglas en inglés).
Esto es, un producto es marcado con pequeños puntos hechos en su propia superficie con un láser u otro método, y no en una etiqueta que se le adhiera. De esta forma, el código estará identificando al producto durante toda su vida, sin peligro de que se caiga o borre.
Los famosos códigos bidimensionales “QR” (cuyo nombre proviene del vocablo “Quick Response” o respuesta rápida) son cada vez más populares en todo tipo de publicidad e incluso existen cientos de aplicaciones para smart phones que pueden leerlos. ¿Y entonces para qué necesito un scanner de código de barras 2D si los puedo leer con mi celular? Bueno, la respuesta es sencilla: ¿Utilizarías tu costoso iPhone nuevo para leer códigos de barras 8 horas al día en un ambiente húmedo y/o lleno de polvo y con el peligro constante de que cayera al concreto desde más de un metro en cualquier momento?
En esos casos es evidente que un scanner de código de barras robusto, resistente a caídas, salpicaduras, polvo, rayaduras en su ventana de lectura, con lectura veloz que incorpore algoritmos para decodificar códigos mal impresos o dañados y pueda trabajar con muy poca luz o a plena luz del día es la herramienta indicada para la labor.
Intentar sustituir un equipo especializado con un “Frankenstein” que al principio parece menos costoso generalmente termina en problemas de baja productividad y equipos que necesitan ser reemplazados constantemente, hasta que el usuario finalmente comprende por qué existen scanners de código de barras industriales. Es común encontrar a clientes que por intentar ahorrar algunos pesos se meten en problemas. Haciendo una analogía, intentan utilizar un “Vochito” para competir en la Fórmula 1.
Es ahí donde la experiencia del distribuidor debe traducirse en una asesoría experta que oriente la compra del usuario. Después de todo, él no es especialista en identificación automática, sino en su negocio, y generalmente desea que las cosas continúen así.
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