Conforme el hombre empezó a evolucionar y la civilización fue tomando forma, hubo elementos muy específicos que empezaron a adquirir fuerza.
Uno de estos elementos es la escritura como un medio de dejar un testimonio sólido o para poder expresar algún pensamiento o sensación.
Hay diferentes teorías sobre el nacimiento de la escritura, las cuáles se remontan a miles y miles de años antes de nuestra era y que luego evolucionan hacia protoescrituras, sistemas de escritura, invenciones de alfabetos y lenguas.
Podríamos hacer una línea que va desde los primeros hombres en las cavernas, intentando comunicarse o dejar un mensaje a través de lo que hoy conocemos como pinturas rupestres, hasta la escritura que comparte hoy gran parte de la humanidad, sin embargo, hay muchos puntos importantes en ésta, desde la fabricación de libros irrepetibles (materiales escritos a mano por copistas, los cuales representaban una pesada carga de trabajo).
El nacimiento de la imprenta o la implementación de nuevas tecnologías en la segunda mitad del siglo XX, las cuales ayudarían a perfeccionar y se complementarían muy bien con la revolución informática, ejemplo de esto fue la invención y diseño de las primeras copiadoras.
Todo, aunque con tantos y tantos siglos de distancia cueste trabajo entenderlo o creerlo, ha tenido una evolución en la historia de la humanidad. Puede ser asombroso imaginar a ese primer hombre prehistórico descubriendo los pigmentos, utilizándolos en muros de cuevas y después plasmando algunos modelos muy simples, lo que hoy conocemos como pictogramas, sobre las condiciones de vida que había en su época. Digamos que esto fue el primer paso para los modelos de escrituras, los papiros, las tablillas, los códices, etcétera.
Hoy tenemos la fortuna de contar con copiadoras y sistemas de impresión avanzados, pero hace siglos, cuando aún ni siquiera se vislumbraba la posibilidad de inventar la imprenta, se requería de copistas (personas cuyo trabajo era transcribir documentos o libros sólo con la ayuda de una pluma).
Así se formaban los libros en la antigüedad y ése era el procedimiento al que debía acudir toda persona que quisiera la copia, por ejemplo, de algún documento legal. Es clásica la imagen de un grupo de monjes, en la edad media, trabajando en la transcripción de libros, una imagen cercana a cómo sucedían las cosas antes de que la tecnología optimizara los procesos de escritura y reproducción de imágenes.
Para hacer de éste un proceso más ágil, se implementaron técnicas de grabado con madera, sin embargo el trabajo de elaboración de las placas era arduo y no marcaba mayor diferencia entre el esfuerzo de un copista y un grabador. A ésta técnica se le conoce como xilografía. Sin embargo, aquí ya estaban los cimientos de lo que harían después las copiadoras.
Las técnicas de grabado sirvieron como base para que en el siglo XV de nuestra era Gutenberg inventara, o más precisamente, mejorara y popularizara la imprenta, la cual contenía los primeros tipos móviles, una técnica de impresión que algunas editoriales aún aplican en nuestro tiempo.
Tal vez algún lector se pregunte a qué viene, más allá del valor histórico, la referencia al nacimiento de la imprenta con relación a las fotocopiadoras. El punto es muy simple, mientras más fácil sea acceder al conocimiento, mayor desarrollo y potencial social habrá en distintos niveles. Eso fue lo que sucedió después de la invención de la imprenta, de haber un sólo puñado de miles de libros en el mundo, en sólo unas décadas había millones y millones de volúmenes.
Acercándonos un poco más a la historia de las fotocopiadoras, podemos mencionar que en el siglo XIX se originó la técnica de calcado, un sistema de copiado que fue muy popular en el siglo XX, antes, claro, de la invención de las copiadoras y de los ordenadores. Hablamos pues del papel carbón o carboncillo.
Este método tenía un par de desventajas. Si bien uno podía tomar una máquina de escribir y dos hojas blancas con la hoja carbón en medio para obtener así un juego de un documento, las hojas carbón eran perecederas y una sola rendía para muy pocos documentos, además de que se trabajaba con un pigmento y la posibilidad de entregar un trabajo sucio era muy alta.
Fue en los primeros años del siglo XX cuando los primeros modelos tomaron forma. El estadounidense G. C. Beidler hizo el invento: digamos que literalmente tomaba una fotografía al documento que se quería reproducir y a partir de este punto se formaba la reproducción. Claro está, era un modelo rudimentario y la calidad y el tipo de copia se encontraba muy lejos de lo que podemos encontrar hoy al fotocopiar un documento en cualquier papelería.
Alrededor de la década de 1940 (y con más exactitud, un poco antes de que ésta iniciara), el inventor estadounidense Chester Carlson perfeccionó el método. Los primeros modelos de copiadoras, requerían la intervención y el uso de químicos, lo cual era poco práctico, pero gracias a Carlson nació la ya conocida «xerografía», un proceso de copiado que se apoyaba en la electricidad y prescindía de la ocupación de químicos.
Y no fue sino hasta la década de los 60’s cuando se popularizaron y comercializaron los primeros modelos de fotocopiadoras avanzadas, logrando formar parte eventualmente de nuestra vida cotidiana, especialmente para potenciar las labores de oficina.
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